Querido tiempo, querido tú, si es
que puedo tutearte. Dime, cómo se viven los momentos cuando sabes que se
acaban, cómo se vive cada rato como si fuese el último que te queda en el
bolsillo, como si estuvieran en peligro de extinción, como si fueran a
deshacerse entre tus manos para
siempre. Necesito saberlo, necesito
hacerlo bien. Cómo se viven los momentos para aprovechar de ellos hasta su
último suspiro a destiempo, para llenarlos de vida, para no dejarlos a medias,
para que no te dejen a la mitad. Dime cómo se hace para que no se olviden nunca
más, para que perduren sin fecha de caducidad en el tiempo, para que cuando se
agoten, para que cuando abras la despensa y veas que los consumiste todos, para
que cuando el temporal apriete dentro, puedas volver a ellos, puedas sentirlos
en presente, puedas alimentarte de su sabor dulce a recuerdos.
Querido tiempo, querido tú, dame
un respiro, no me descuentes las dudas ni lo que me queda en este espacio, y
dime, tú que puedes, dime cómo hacer para que este momento no me cueste el
olvido, para que no me salga tan caro en el futuro. Cómo lo hago para que se
gane la memoria, el preciso espacio de las cosas importantes, la certeza de que
cuando vuelva a él para sentir mi hogar, estará esperándome con los brazos
abiertos, estará ahí para recordarme que mereció la pena vivirlo, que mereció
la pena compartirlo con aquellas personas, que se ha ganado un buen puesto en
mi alma, que se ha ganado mi paz. Querido amigo de malas costumbres: páusame la
vida. Necesito un poco de cámara lenta. Despacio. Necesito aprovecharme de cada
segundo y desnudarlo sin pudor, invertir cada mirada aunque observe de reojo,
respirar cada aroma de cada abrazo, escuchar cada sonido como si la respiración acelerada del miedo a una
despedida también formara parte de la banda sonora del momento. Necesito
hacerlo bien. Necesito hacerlo lento.