Una vez escuché en una canción que A veces sobran reflejos ,y a
veces falta valor. Quizás sea la frase
más acertada que he escuchado jamás.
Andamos con mucho cuidado por esto que llamamos vida para no
tropezarnos, para no caernos. Nos excita los imposibles, pero al final siempre
terminamos haciéndolo todo con
precaución. Bueno, no generalizo, solo los locos saben lo que es vivir sin
miedo. Pensamos las cosas dos, tres,
cuatro veces para asegurarnos de que elegimos lo adecuado, de que aquello que
hacemos lo hacemos de la mejor manera. ¿Lanzarse al vacío?¿Actuar sin pensar?
Ni locos. Incluso aquellos que dicen moverse por impulsos se paran a pensar. Más o menos, pero se paran.
Sabemos perfectamente que todo acto tiene unas consecuencias. Queremos asegurarnos de que estas sean maravillosas, pero no nos damos cuenta de que todo está demasiado planeado como para que salga perfecto. Como para que salga tan genial como quisiéramos nosotros. Dicen que los mejores momentos son los que no se planean. Igual ocurre en la vida. Vale tener una meta, vale elegir, pero también vale pensar menos con la cabeza y dejar que el corazón elija.
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